En pocas fotografías
aparezco contento.
Reviso álbumes y
álbumes y desde que nací -a inicios de los
ochentas- mi expresión es de desconcierto, ingenuidad y llanto. Pero no fui autista, ni
hiper activo y mucho menos estoico.
Vine a este mundo poniéndole sugerencias al buzón de la vida. Tenía más quejas que felicitaciones. Podía llorar con solo ver óxido, pobreza ajena, sentir mucho calor o ver a mi mamá también llorar. Qué dolor de cabeza tener un hijo así. Afectado por todo y por nada. Para más
joder, mis berrinches sucedían mientras el país vivía una de sus crisis sociales crónicas. No había espacio para atender
existencialismos de un niño
pipil, que nació antes de la boda.
Pero así nací y crecí. Ignorando quién era
John Lennon y monseñor Romero. Entiendo que a la vida se le debe hacer "
guebos" y que llorar es
mariconada. Pero qué le puedo hacer. La última vez que salí de viaje lloré, de espaldas, cuando me despedí de mi papá en el aeropuerto. Lloré cuando
Nemo encontró a su familia, en el cine. Lloré cuando anduve en helicóptero y vi cómo varios hilos de agua brillaban al bajar las pendientes del cerro de
Nejapa. Lloré cuando Cristina
López ganó el oro del panamericano. Lloro por los despedidos y siempre lloro por mi. Soy más llorón que Victoria
Ruffo y no hay
six pack de
Kleenex que me pueda absorber el llanto.
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Jugar, comer mangos maduros, ver volcanes, construir volcanes de tierra, dibujar, hablar con mis abuelas era lo más exquisito de los primeros años. Mis papás trabajaban todo el día, así que tenía tiempo de
revisar libros, bañarme en plena sala con mi hermana, podía tropezarme y cicatrizar mis dos piernas a solas, a mi gusto. Muchas veces me
cachetearon por eso -y en un niño llorón al cubo- aquello era apocalíptico.
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¿Dónde había visto una iglesia barroca antes? -Fue en Chiapas, en San Cristóbal de Las Casas- No sé qué edad tenía. Creo que 8 ó 9. Para variar no quería ser parte de la foto o que mis papás me sirvieran de guías turísticos. Por ese tipo de
desiciones me ha tocado siempre aprender a la brava, a golpes. Yo lo que quería -porque me acuerdo aún- era no ser fotografiado sino ver retablos y a una señora con su telar indígena.
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Pero antes de ver iglesias barrocas ya estaba interesado en escribir correspondencia.
Wow, ya sabía dónde iba el remitente. La carta no era para Santa
Claus, porque mis papás me dijeron desde peque que Santa eran puras pajas. Y yo era malo, porque esa información se las pasaba a mis compañeros del
kinder y se ponían a llorar. Todos decepcionados, menos yo.
In the spotlight. Yo era la sensación en misas, tés y
navidades. Todos me querían
chinear, hoy ya nadie quiere hacerlo, ni siquiera mi mamá.
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Mi eterna
Lily. Mi hermana. Siempre me ha acompañado en mis mal andanzas, lloriqueos y risas. Siempre le ponían esos vestidos que parecían la versión tropical de muñecas
victorianas. En la foto
estábamos viendo el lago de
Amatitlán, me imagino que peces, porque no me acuerdo nada.
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Exhibicionismo. Mi mamá dice que siempre me he quejado del calor de El Salvador, así que me ponían
chuloncito sobre la mesa. Qué higiene por Dios. Pero
chulón o no, siempre comía.
Palenque me impresionó. Tan grande y bonito. Tan abandonado a la selva. Mis ojos no se podían abrir más, las piernas no podían ir más de prisa para para verlo todo. Con
Lily gritábamos que habíamos llegado antes que un cachimbo de turistas al observatorio maya. Qué
naive.
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Años después fui a
Teotihuacán. Las pirámides aztecas tan cuantitativas y cualitativas, me impresionaron, tanto ayer como hoy.
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De conga. Mi mamá me lleva a una taberna o chupadero en
Mississipi. Mi mamá siempre ha sido abstemia. Creo que acompañaba a mi papá, que de plano, no lo ha sido.
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Cerca de
Tamanique, en La Libertad, mi papá tenía un
terrenito. Nunca tuvo nombre. Era pequeño. Pero él -cada domingo- le inyectaba trabajo y dinero. Incluso llegó a tener algunas reses. Yo siempre fui inútil para todo eso. Solo sabía decir "qué calor", ir al río a bañarme y ver qué había sobre el fogón. Pero eso sí. Sembré árboles o acompañé a mi abuela a sembrarlos. Cuando
estuvieron grandes los árboles, me subía a ellos, o con una vara cortaba mangos, que siempre me han gustado amarillos. Bajé muchas naranjas (tanto, que las
aborrezco medianamente). Llené sacos enteros de limones, mazorcas y
tamarindos. En toda mi infancia y parte de la adolescencia hubo brisa de mar, nances y marañones. Qué
poético.
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Pero a mi el colegio jamás, jamás me gustó. Solo escuchaba la palabra colegio y lloraba. Qué raro. No sé cómo aprendí a escribir y leer español. En eso estaba cuando mi papá me dijo que Rusia también se podía escribir "
URSS", pero en la escuela mis compañeros me decían que estaba loco, que Rusia era Rusia. Casi me tacharon de marxista-
leninista. Luego me refugié en el costumbrismo. Me tocó ser
volcaneño. Años después en la universidad escribí sobre los
volcaneños de a
de veras. Soy un
volcaneño en muchos sentidos.
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Cuando dancé el "baile de las palmas" se me olvidó la coreografía y mi mamá lloró, porque sentía
empatía conmigo, creo también porque estaba enfermo de
adenoides y amigdalitis.
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Yo y mis ataques de calor. Además del calor opresivo de
Tamanique tenía que hacer las tareas del Externado.
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Siempre me gustaron las aves de corral. Cuando llegaba al terreno perseguía a una y luego la
chineaba en la hamaca, luego la tomaba con las dos manos y la tiraba por los aires, para que volara. Pero se iban al suelo, revolcadas, con mirada de odio. Se hacían
pupú y se iban corriendo entre los
jocotales.
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Qué
fértil paisaje, parezco decir. Manuel vigilaba el terreno y creo que me ayudó a no caer por barrancos y terrenos quemados por el sol y el hombre. La casa del terreno se ve al fondo.
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Cuando el barco se acercó a Nueva
Orleáns, yo no quería tocar tierra, me aferré a mi costumbrismo. Lo vi todo perdido. Lloré. No quería
Mardi Grass y j
ambalayas.
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En el
EPCOT Center de Florida. Un parque dedicado a la cultura y a las innovaciones tecnológicas. Como cabría esperar: no entendí nada y lloré.
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Allí. En
Disney World creo que mi papá ya estaba
encachimbado conmigo. Yo quería dormir, pero mi papá es infatigable. Me
jalonea y los gringos echándose el rollo. ¿Quién tiene la razón?
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Quizás intuí que tras la industria
Disney hay también cine
porno.
Mickey Mouse me hizo LLORAR. Ahora
venero la figura de
Mickey y me gusta la historia estadounidense, solo recorto su política de intervención exterior.
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Cuando muera que me entierren en la playa. Aquí me veo bien nipón. Puro Cartas de
Iwo-
Jima.
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Recibiendo el cuerpo de Cristo, por primera vez, de la mano del padre jesuita Javier
Ibáñez. Nunca terminó la época colonial.
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En la Antigua
Guatemala. Con Ana, mi gran "
cuata" bióloga. No nos había jugado el diablo aún. Ella no tenía bebé. Y yo tenía el
look más tipo
Backstreet boy. La adolescencia nos exigía sonreír para la foto o al menos
flirtear.
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Engordo. Adelgazo. Engordo. Un vaivén peligroso. En la foto acompaño
to my mother a ver artesanías
chapinas en puerto Quetzal. Me veo bien sonriente.
La última vez que fui a
Méjico, fue a
Oaxaca. No sonreí para la foto.
y entonces?? Se te olvidó poner "post en construcción"
ResponderEliminarAhorita le pongo letras a esto...
ResponderEliminarCarlos, no estaba preparada ver tu pilín.
ResponderEliminarPor lo demás suena que te moriste y es tu biografía. Por Dios, no!
Me encanta eso de tus chilladas foografiadas. Me encanta.
Me encanta esta entrada.
ResponderEliminarLa foto con Manuel es preciosa.
La foto donde bailaste el "Baile de las Palmas", donde salís con otros dos niños, es maravillosa.
Saludos.
Carlos, el mejor Carlos Alberto de mi vida, de verdad que sos lo máximo escribis tan bonito y me alegra estar presente en tu escrito eso quiere decir que tampoco te olvidas de mi!! Esas fotos son re-bonitas sos tan tierno y la verdad comparto con vos mil cosas excepto el amor por las aves de corral que en mi caso es pánico. Segui así sos muy bueno y de verdad cada vez que puedo leo las cartas que me dabas en el colegio y la felicidad y la magia de esa epoca vuelven a mi!
ResponderEliminarTe quiero miles!!!