viernes, 2 de enero de 2009

Botellas vacías

El año nuevo lo recibí en la autopista sur. Solo. Mi carro era el único que la recorría de oriente a occidente. En la radio decían que eran las 12 y la ciudad se bañaba en confetis de fuego. Parecía reir y llorar. Luego, y como reflejo de lo anterior, a mi mamá se le escurrieron las lágrimas y las risas, con los muchos abrazos y los efectos de dos vasos de Baileys: "tenes que hacer esto y lo otro", me decía, luego bailamos la cumbia sampuesana y la "Pipiripau". Más risas, comida y vodka.
Tras el abrazo a toda mi familia, me fui a otra fiesta, con Silvia. Allí oí mil cosas sobre sexo, algunas que no sabía, y que con alcohol en la sangre suenan a envidiables proezas. Regresé a casa a las 6 de la mañana, medio bolo, muy cansado.
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Para los que estaban dormidos: el amanecer del 1 de enero fue el más bonito del mundo. Claro e iridiscente. Pero me resultó sobrecogedor regresar a casa, ver la cocina llena de platos, comida, botellas vacías, ron, vodka, vino, pan, cigarros...ya no estaba bailando nadie, ya no estaba mi mamá, ni mis tíos. No habían carcajadas. Eran solo los escombros del 2008.
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No he tenido tiempo de pensar que dejo 2008. No lo haré. Estoy aburrido de ver para atrás. Vi la sala de mi casa, mientras subía las escaleras -en busca de mi cama- vi luz solar entrar por las ventanas. Me pareció más bonito ver todo aquello y me dormí. Desperté hacia las 2, con sed.

2 comentarios:

  1. De verdad que escuchamos miles de cosas, carlos...qué chiva fue para mí esta celebración. Inolvidable. Gracias por haber estado conmigo.

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  2. Definitivamente no se saca con mirar hacia atrás, mejor hacia adelante, aunque de vertigo.
    Me alegra que hayas pasado tan bien tu fiesta de fin de año.
    Un abrazo y un beso grande y muchas felicidades en este nuevo año.

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