viernes, 12 de diciembre de 2008

¿Dónde está mi hija?

Ayer volví a soñar lo mismo.
¿Dónde está mi hija?, le gritaba a una muchedumbre, entre ellos mi militarezco papá. Todos me respondían al unísono: "Te la quitamos porque vos no podes con ella, queres que solo dibuje y ande jugando, que no estudie nunca. No podes, Carlos, no podes".
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Yo me esforzaba en explicarles que la tenía matricula en el Externado, pero que las clases aún no empezaban. Que la dejaba pintar mucho porque quería que se expresara mejor, y que a la vez fuera distinta a todos. Que fuera una buena persona. Que yo la quería mucho y que la dejaba jugar porque hasta de la calle se aprende. Que yo mismo me iba a rebajar al ridículo para que ella se riera de mí. Que supiera agradecer las cosas. Que la quiero criar escuchando a los Beatles y a Keane. Que me vea escribir sobre iglesias y sobre El Salvador.
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Que le iba a enseñar a sembrar arboles, como mi abuela me enseñó a mí. Que iba a fingir leerle un libro de Isabel Allende, pero que en realidad la historia me la iba inventar yo. Que iba a trabajar muchísimo para ella y para mí. Que mi maestría sería ella. Pero todos me observaban como a un loco y yo me empezaba a enojar, a tirar cosas, platos a la pared, a putiar, a llorar. Entonces desperté, triste. Porque la niña no está. Nunca ha estado.

Otro día soñé que estaba en la Despensa de don Juan. Y fui directo al cajero y solo tenía $20 de saldo. Y se me hizo un nudo el estómago y el corazón, porque había un niño jalándome del cincho y me decía:
-Papá, no me has comprado el bolsón. Todo se te olvida. !Mañana voy a clases!
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Entonces fuimos al pasillo de útiles escolares. Y vi un bolsón gris, muy sobrio, colgando. El precio: $9. Y yo lo animé: !Qué chivo está éste! !Uno así quisiera!
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Y él puso cara triste. Casi a punto de llorar de la decepción. Dijo que yo no sabía sus gustos, que él quería no sé qué, que parecía tener una caricatura japonesa. Costaba $19.
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El caso es que me saqué el billetío de $20 y se lo compré. Y el benevolente hijo, que se parecía mucho a mí, pero con pelo de rancho, me dijo que me comprara algo con el dólar que sobraba.
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-!Gracias! ! Qué amable sos! !Que Dios te bendiga! -le dije.
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Y nos subimos al carro. Él viendo su bolsón y yo tratando de recordar en qué colegio lo había matriculado y a qué horas lo iría a dejar y traer. Y de dónde putas iba a sacar dinero para que llevara algo dentro de la lonchera.

Quiero ser papá, pero dicen que estoy loco.
Si alguien ha visto a la hija de mis sueños avisenme.
Es chelita, pelo colocho, trompudita como yo, menuda, casi no habla. Y no sé su nombre.

2 comentarios:

  1. Que manera de anhelar, unos unas cosas y otros otras. Pero esa sensación de vacio que todos compartimos, es apabullante.

    Lo que si puedo decirte, es que hay que seguir adelante, y esperar que cuando se presente eso que anhelamos lo apreciemos y valoremos tanto como ahora.

    Ojala que puedar tenerla para hacerla todo lo feliz que quieres.

    Saludos

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  2. Carlos, tu hija se parece a mííííííí!!!!

    Mirá, yo ya me resigné a no tener hijos. Mirá cómo está el mundo, vienen a sufrir. Mejor me voy a trabajar a las aldeas infantiles o algún lugar así.
    Y lo digo en serio.

    Cómo se llama tu hija?

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