Me gusta pintar. Pero mis pinceles hace ratos que no se bañan en pintura. Mi estilo es primitivista. Nada preciosista y de poco dominio técnico. Siempre he usado acuarelas en pasta, Winsor & Newton, nunca probé el óleo, me dio pereza. Mi papá dice que mis pinturas reflejan misterios y depresiones y para recordármelo las ha enmarcado. Yo sólo le pedía más tubos de color negro y amarillo, porque desde pequeño son los colores que más rápido se me acaban.
Creo que toda la vida he pintado. De pequeño pinté frutas como lo hacen las sexagenarias pintoras Ana María de Martínez y Conchita Kuny Mena. Pinté nances rozando uvas. Uvas seduciendo a mangos. Sandías peladas junto a guineos ennegrecidos. Luego pinté irónicos soles con gafas de sol. Luego volcanes con funestas nubes grises. En el Externado -1992- pintaba, con lapices de color, a San Ignacio de Loyola. En Guatemala, pinté a la Antigua, el Altiplano y sus volcanes. Lo peor es que regalé todo lo que hice en Guate a guatemaltecos, y no tengo nada de esa época. En el 2005 pinté un mural en mi cuarto, una pared entera de cinco metros y mi mamá me quiso censurar: eran Venus desnuda, acompañada de dos mujeres y un chero, sin más ropa que unos listones. Allí me gané el título de: excéntrico, dentro de toda la familia Chávez.
Hace cinco meses mi hermana le paso la brocha a todo el mural. Ahora mi cuarto es su cuarto. Y su cuarto no tiene murales, sino a Pucca.
La pared de arriba -de la casa de mis papás- tiene dos de mis iglesias coloniales: Ruinas de Ostúa, Metapán; y El Pilar de San Vicente. Circa 1996-1998. El rótulo de INRI me lo traje de Santo Domingo de Guzmán, allá estaba tirado en el lodo, junto a varios retablos que se hacen añicos. La pared la pinté de amarillo para que resaltara más e hiciera juego con un mueble lleno de amarillas National Geographics.
En el país la cultura es sinónimo de deyección. Así que me ha tocado como Virgilio por el infierno, recoger almas: En Jicalapa me ofrecieron una araña de cristal de fines del siglo XIX, pero no la tomé -y me arrepiento- porque ya debe estar hecha "wistes". En Nejapa me regalaron lozas de una hacienda de 1630. Y en Guatajiagua, la polémica olla. Yo debería ser el director del MUNA. Sudaría la camisa.
Y este San Miguel Arcángel es lo último que empecé y nunca terminé. Como está difícil que compre un óleo antiguo, mejor hice el mío. Más que ser devoto, me gusta el simbolismo de San Miguel, icono de la justicia. Y para ponerle algo de mí, le dibujé mis propias piernas. Gruesas y cheles. Es mi hijo, hijo del primitivismo-pop.
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